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La carne de cerdo se ha considerado tradicionalmente como una carne roja, pero hay una serie de factores tanto estructurales, como nutricionales y organolépticos que hacen que esté muy próxima a las carnes blancas. De hecho, la carne de cerdo ha sido denominada “carne blanca” recientemente por la OMS, citando: “Las llamadas carnes rojas (vacuno y ovino/caprino) y carnes blancas (porcino y aves de corral) ofrecen diversas propiedades positivas y una gama de sabores y texturas”.
Tradicionalmente, las carnes se han clasificado en carnes blancas y carnes rojas. El color de la carne depende de la cantidad de mioglobina y hemoglobina presente en los músculos del animal. Las carnes blancas contienen menos mioglobina y hemoglobina que las carnes rojas. Nutricionalmente, el diferenciador fundamental entre las carnes es la cantidad y calidad de la grasa que contienen.
En muchos casos el color de la carne está relacionado con la cantidad de grasa del animal. Por ejemplo, el buey o la vaca presentan más grasa que otras carnes y a su vez son muy rojas, pero hay excepciones como la carne de ciervo, que aun considerándose roja es baja en grasa.
Si atendemos a la composición de la carne de cerdo podemos destacar algunos aspectos, como su escaso contenido en grasa que, dependiendo del corte, puede ser inferior al 2%.